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lunes, 16 de enero de 2012

¿Para qué quiere anillos un mono?

Yacimiento de "El Tesorillo".

Pinar de La Algaida (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz)

"Las garzas ya han vuelto de la sierra. Ellas van allí todos los días a comer y por la tarde vuelven a descansar", dice mi amigo M. P., un hombre de setenta y dos años que se conoce las marismas del Pinar de la Algaida, en Sanlúcar de Barrameda, como la palma de su mano.

Es él quien me ha llevado, siempre que se lo he pedido, a visitar los yacimientos arqueológicos más emblemáticos de la zona norte de la provincia de Cádiz. Gracias a él he conocido el Cortijo de Évora, en la carretera que va de Sanlúcar a Trebujena, donde se halló el famoso tesoro tartésico que lleva su nombre. O el emblemático yacimiento de El Tesorillo, en el citado Pinar de la Algaida, que fue sede de un Santuario dedicado al Lucero, identificado con el Luciferi Fanum que menciona Estrabón. O, también, el no menos conocido Cortijo de la Fuente, de donde fue rescatado un ídolo cilíndrico del Calcolítico… Además de otras localizaciones que he conocido, tales como el yacimiento de Mesas de Asta, a la que dediqué mi anterior post.

Hoy he estado reunido con él y otros amigos y amigas que conocen bien la zona y conocen también muy bien en qué estado se encuentran dichos yacimientos y qué acontecimientos se han ido desarrollando en torno a ellos. Lo más llamativo de la larga e interesante conversación que hemos mantenido, es la tremenda y vergonzosa expoliación que ha habido a lo largo de más de treinta años.

Objetos de cerámica, figurillas etruscas, fíbulas, monedas fenicias, griegas y romanas, ídolos fálicos, columnas enteras… han sido literalmente robadas de aquellos lugares por personas que, por pura ignorancia –porque es por eso, y no por otra cosa– arramplaron en su momento con todo lo que encontraron a su paso; en ocasiones, incluso se presentaban por allí con detectores de metales y, tranquilamente, se llevaban unas cuantas monedas con toda impunidad. “Sacos de monedas” es la expresión exacta que han pronunciado en la reunión. No quiero pecar de inocente, pero mantengo la esperanza de que solo fuera una exageración.

La desfachatez llega hasta el punto de que estos ladrones de nuestra Historia incluso exhiben alegremente sus "trofeos". Tal es el caso de uno que tiene colocado un falo de piedra –que intuyo de época romana– en el umbral de su casa, flanqueado por columnas de mármol y otros adornos presumiblemente antiquísimos. Dejando constancia de que solo hablo de oídas, pues no los he visto, hay quien colecciona sus "trofeos" y con ellos decoran sus hogares. Y allí permanecen mudos en las estanterías, y digo mudos, pues sus ignorantes "propietarios" no tienen ni la más mínima idea de lo que estas reliquias tienen que contarnos.

No obstante, si hablo de coleccionistas, hablo del mejor de los casos. Porque también hay quien guarda, amontonados en garajes, trasteros o desvanes; criando polvo, telarañas y humedad, los vestigios de nuestra Historia, dejando que se deterioren cada día que pasa sin que nadie vaya a rescatarlos y cuidarlos con el mimo que se merecen, después de tres mil años.

Tres mil años de Historia encerrados en trasteros, vitrinas o repisas pertenecientes a un puñado de ignorantes que, por engrosar su vanidad y fardar delante de sus amigotes del bar de la esquina, roban un patrimonio que es de todos. No entiendo para qué los quieren, si no se hacen ni una remota idea de lo que tienen… ¿Para qué quiere anillos un mono?

http://terraeantiqvae.com